Un concepto muy importante que no te enseñan a entrenarlo y considero de vital importancia es el diálogo interno o el cómo me hablo a mí mismo. Esos pensamientos que te dedicas constantemente, esa voz interna que puede ser tu mejor amiga o tu peor enemiga según cómo la alimentes. Pues bien, vengo a hablaros de esa voz a la que llamaremos de aquí en adelante diálogo interno, porque al final es eso, muchos pensamientos hablando entre sí.

¿Por qué es tan importante el diálogo interno?

Porque de ello va a depender en gran medida nuestra autoestima, nuestro pensamiento sobre el mundo y sobre los demás, incluso nuestra capacidad para alcanzar las metas que nos propongamos.

¿Cómo puede ser esto posible?

Diálogo interno positivo o negativo

Veamos un ejemplo que siempre son más gráficos, y después respondamos a la pregunta ¿Quién tendrá mejor autoestima, pensará mejor de los demás, y alcanzará metas con más facilidad?

Carla Melián - Psicóloga en Las Palmas de Gran Canaria - Diálogo interno - Tabla de diálogo interno positivo vs negativo

Hay una diferencia abismal entre estos dos casos: El primero ha suspendido el examen y no está contento con ello, pero tiene una actitud tan positiva hacia sí mismo y hacia su capacidad de esfuerzo que sabe que tarde o temprano lo conseguirá, los demás aprueban y no representan una amenaza para él. En el segundo caso, ha suspendido el examen y ya se está etiquetando como «inútil», ni siquiera trata de fijarse en ese hecho concreto sino que ya hace de ello un rasgo de su personalidad, «SOY un inútil».

«Ser» es un verbo que conlleva estabilidad temporal, con lo que muy probablemente la persona piense que no puede cambiar, que será un inútil siempre y será un inútil para todo. Encima el profe «le tiene manía», para reforzar aún más el pensamiento de «no vale la pena». Por lo que, la conducta del segundo caso será de abandono, mientras que la del primero será de esforzarse un poco más hasta conseguirlo.

La teoría de la atribución

Veamos otro cuadro basado en la «teoría de la atribución» que trata de explicar a qué causas atribuyen las personas lo que les sucede. Para ello, tiene en cuenta dos variables: el locus de control, o creencias que tiene un individuo sobre la capacidad de control de su conducta y de los acontecimientos de la vida; y, la estabilidad temporal, si hay posibilidad de cambio o no.

Carla Melián - Psicóloga en Las Palmas de Gran Canaria - Diálogo interno - Estilos de atribución

El locus de control

El locus de control puede ser interno o externo. De modo que en primer lugar se atribuya la responsabilidad del hecho a causas internas, como son la capacidad o la inteligencia y el esfuerzo que hemos empleado en dicha tarea. Cuando la responsabilidad se atribuye a eventos externos, se puede achacar a la suerte o a la dificultad de la tarea (que escapa a nuestro control). En cuanto a la estabilidad temporal, en el caso de la capacidad y la dificultad de la tarea es algo que es estable porque no está en nuestra mano el poder cambiarlo, en cambio el esfuerzo y la suerte tienen la posibilidad de variar.

Teniendo en cuenta estos aspectos podemos observar cómo afectarán estos pensamientos diarios a nuestra autoestima, dependiendo sencillamente de cómo los interpretemos. Por eso, ante un mismo acontecimiento dos personas pueden reaccionar de manera totalmente diferente.

Si hemos aprendido a pensar de X manera, es debido a que en su momento resultó ser la forma más adecuada que nosotros encontramos según las circunstancias que vivimos en el pasado. Sin embargo, esta misma forma se acomoda y pasamos los años con la misma forma de pensar, porque es a la que estamos acostumbrados y en su momento nos funcionó. ¡Eso está genial!, pero en un mundo destinado al cambio constante debemos actualizarnos como las tecnologías.

Cuando una persona cumple los criterios de un diagnóstico mental específico que se engloba dentro de la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales (CIE) o del Manual de Enfermedades Mentales (DSM) es entonces cuando el profesional correspondiente decide si poner la “etiqueta diagnóstica” o no.

¿Por qué depende de la decisión del profesional el diagnóstico mental?

Porque hay factores que los manuales no contemplan o los dejan a criterio del profesional por ser subjetivos, como pueden ser las circunstancias que rodean a la persona o la edad. Incluso, puede ser que el diagnóstico oficial traiga más consecuencias para la persona que beneficios, y por lo tanto, se opte por no realizarse.

¿Cómo puede ser el proceso psicológico por el que pasará?

En primer lugar, la persona debe enfrentarse a una idea contaminada por mitos y prejuicios basados en el desconocimiento (estigma), que en nuestra cultura se extiende desde las personas que rodean al afectado como familiares o amigos, hasta los profesionales del sector sanitario, e incluso están presentes en el propio sujeto, el autoestigma.

¿Cuáles son los mitos y prejuicios del diagnóstico mental?

Las personas con diagnóstico mental son peligrosas, están locas, no pueden llevar una vida normal, están así porque quieren, no pueden recuperarse, necesitan estar medicados, son débiles, los trastornos mentales solo les puede dar a determinadas personas, es mejor tenerlos lejos, etc.

Solo con estos pensamientos, la libertad de la persona para buscar un profesional que le ayude va a verse coartada con miedos como «¿qué me dirán?» o, «pensarán que estoy loca». Es por esto que muchos lo ocultarán o preferirán no ir e intentar arreglárselas. Esto último probablemente agrave aún más los problemas, con lo que cuando se decidan a pedir ayuda serán más difícil de resolver que si hubieran venido desde la primera vez que se les ocurrió.

Consecuencias del estigma

Estos pensamientos erróneos transmitidos van a generar toda una serie de dificultades extra para las personas que han sido diagnosticadas. Para empezar, la persona va a tener que lidiar con todas esas ideas que sabe que existen y que muy probablemente ella también las crea, lo que desembocará en emociones como la vergüenza, la culpa, la tristeza o la ira, que favorecerán a su vez un aislamiento social voluntario. Es por esto que muchos intentarán ocultarlo o preferirán no pedir ayuda a un profesional e intentar arreglárselas. Esto último probablemente agrave aún más los problemas, con lo que cuando se decidan a pedir ayuda serán más difíciles de resolver que antes.

¿Cómo afrontarán las personas el diagnóstico mental?

Dependerá de diversos factores como la forma en que se realice el diagnóstico, si en cierto modo la persona ya se estaba preparando para ello, si el profesional ha fomentado una actitud positiva, la propia concepción que tenga la persona sobre ese diagnóstico, el auto-estigma, etc.

Sentir tranquilidad

Habrán personas a las que el tener la “etiqueta diagnóstica” les dé tranquilidad porque por fin sienten que encajan en una categoría, significa que hay más personas como ellas, tienen una explicación sobre lo que les sucede, ya no se sienten perdidas y a partir de aquí pueden crecer, mejorar su calidad de vida y aprender a llevar su condición de la mejor manera, o incluso llegar a salir de ella (no todos los diagnósticos son irreversibles).

Abandonar el tratamiento

Habrán personas a las que les servirá para no responsabilizarse de sus actos y dejar el tratamiento, «echar balones fuera» y pensar que es una condición incontrolable y por lo tanto es obra de la mala suerte y no hay nada que hacer. Puede ser una buena excusa para no intentar mejorar su situación o esforzarse por ejemplo, en obtener un trabajo.

Sentir ansiedad

Por último, habrán personas a las que el impacto del diagnóstico les produzca una profunda ansiedad, e incluso depresión ya que se sentirán impotentes, lo vivenciarán como una desgracia o como algo que pertubará enormemente sus vidas siempre y que no pueden controlar, pueden llegar a pensar que están mejor recluidos para no poner en «riesgo» a nadie, o para que nadie les soporte llegando a pensar que son una molestia o una carga que nadie merece. Del entorno que rodea a la persona diagnosticada depende en gran medida que esta visión vaya menguando.

En estos dos últimos casos las personas muy probablemente tenga un mayor autoestigma y estigma percibido por parte de los demás que les rodean. Es tarea de todos ir cambiando estas ideas que solo hacen dificultar la recuperación de las personas que ya de por sí sufren mucho con su problemática, a lo que tienen que añadir prejuicios que supongan un extra de sufrimiento completamente perjudicial e innecesario.

¡Oh, los asuntos pendientes! Si echamos la vista atrás todos tenemos asuntos inconclusos, episodios con final abierto que de vez en cuando llegan a nuestra conciencia y nos la remueven, generando malestar y traduciéndose en un día malhumorado o una noche de insomnio. La mayoría de nosotros opta por guardar este asunto como si fuera polvo debajo de la alfombra, aún sabiendo que nuevamente nos tropezaremos con ella. En ocasiones, estos asuntos nos resultan tan incoherentes o disonantes que preferimos evitarlos, dado que no los entendemos y nos generan ansiedad o tristeza. Creemos que el estado de ese asunto no puede mejorar y por tanto, intentamos destinarlo al olvido. Claro que cuantas más emociones nos suscite el recuerdo, más difícil será olvidarlo.

Muchas veces estos asuntos generan un malestar bidireccional cuando hay más personas implicadas. Debemos tener en cuenta que puede ser que ambas personas estén sufriendo y ninguna se atreva a dar el paso ya que está esperando a que la otra persona lo dé. Este voto de silencio solo acentúa más el enfriamiento de la relación y el malestar existente.  Aquí entramos en una lucha de egos, el orgullo antepuesto a la paz común, al bienestar. Es cuando surgen frases del tipo: “El que la cagó fue él, así que tiene que ser él el que dé el primer paso”.

Se pueden dar distintas situaciones

Las diferentes situaciones que podrían darse, y que generarían, indudablemente, asuntos pendientes, son:

  1. Ambas personas se han hecho daño y una de ellas no lo asume.
  2. La persona más dolida no ha expresado su malestar y el otro no se ha dado cuenta o no quiere darle importancia.
  3. Una de las personas piensa que la otra parte prefiere no hablarlo. Lo que se traduce en la espera eterna de quién da el primer paso.

Al final, muchísimos de los malentendidos y del distanciamiento de las relaciones se dan por falta de comunicación y por dar por hecho que el otro sabe perfectamente cómo nos sentimos. La otra persona también tiene sentimientos, forma propia de pensar y sentir, y eventos o preocupaciones que pueden estar obstaculizando ese proceso de empatía. Debemos tener en cuenta que cada persona puede reaccionar y pensar de forma diferente porque ni tiene tu misma configuración mental, ni ha pasado por tus mismas experiencias, ni está pasando lo mismo que tú en el presente.

No es de extrañar, sabiendo esto, que pueda ser que hoy tú sientas que necesitas más apoyo que nunca porque has suspendido un examen muy importante y no pares de hablar de ello, cuando a lo mejor tu amigo está disperso pensando en que esta mañana casi lo atropellan, y él a lo mejor no quiere decirte nada para que no te pongas más nerviosa o porque sigue en shock.

Podemos interpretarlo de otro modo

Las interpretaciones de un mismo acto pueden ser múltiples y dependen de cada persona y cada momento. La verdad es que no siempre estamos igual, y para ser lo más comprensivos y adaptativos posibles podemos entrenar nuestra flexibilidad cognitiva o mental, donde tendremos en cuenta estas pequeñas cosas que nos ahorrarán muchos malentendidos si nos comunicamos eficazmente (sobretodo en las apps de mensajería). Porque sí, la flexibilidad mental ayuda a evitar tener asuntos pendientes, ya que nos permite verlos de un modo distinto.

Se podría llegar a un acuerdo del que todos partamos (aunque sea entre amigos), de modo que todo lo que se lea va a estar siempre observado bajo las gafas del “bienpensado, con las que leeremos las cosas que nos escriben nuestros amigos desde el punto de vista de “es mi amigo, voy a pensar el mejor sentido que puede tener esta frase” a no ser que él indique lo contrario. Ya que puede ser que un día la frase “no me apetece hablar, estoy cansado”, tenga como respuesta “es verdad, lo entiendo, ha sido un día intenso”; otro día puede tener como respuesta “estás cansado solo para hablar conmigo”.

Carla Melián - Psicóloga en Las Palmas de Gran Canaria - Asuntos pendientes - Ratita con gafas, diciendo que no puede ver a los "haters" cuando tiene puestas las "gafas de amor"
Si nos entrenamos en ver las situaciones con perspectiva, llegará un momento en que relativizaremos los sucesos y nuestra calidad de vida aumentará.

Las relaciones personales no paran de fluctuar

Las relaciones interpersonales están fluctuando constantemente, al margen de que nos vendan la imagen de que el ser humano debe ser organizado, planificado, estable, ordenado, tendemos al caos y al desorden también, forma parte de nuestra naturaleza. Sucede que tendemos a querer presentar esa imagen de estabilidad para ser coherentes con el rol que desempeñamos en la sociedad en la que vivimos, para encajar en la imagen que los demás tienen de nosotros mismos porque las incongruencias con nuestra forma de pensar no las llevamos bien. 

Dependiendo del contexto podemos tener múltiples roles, a veces muy distantes.

Un ejemplo sobre esto

Una chica que en la universidad comenzó tímida, los demás se hicieron una imagen de ella en su cabeza de “chica tímida”, “le cuesta hablar”, “prefiere estar sola”. Sin embargo, esta misma chica en su grupo de amigos puede tener un rol completamente diferente “chica extrovertida”, “simpática”, “sociable”. Puede que incluso pasen los años y esa chica haga amigos en la universidad y puede que cambie el rol progresivamente en la mente de sus compañeros, pero puede que necesite más esfuerzo para conseguirlo, no solo por sí misma para superarse sino para que los compañeros cambien el perfil que le asignaron.

Por todo esto, suele pasar que cuando una persona que tenemos encasillada en alguna categoría como por ejemplo la anterior “persona tímida”, de pronto hace algo que nos sorprende muchísimo como bailar en público, nos sorprende porque no nos cuadra dentro de la imagen que nosotros mismos nos hemos hecho de esa persona sin realmente llegar a conocerla. Prácticamente nos sienta hasta mal, porque a lo mejor tenemos que reestructurar la imagen que ya habíamos establecido sobre esa persona. Sería mucho más fácil dejar las cosas así, pero es un error, las personas somos mucho más que impresiones superficiales y roles estáticos e inflexibles.

¿Qué hacer con los asuntos pendientes?

Los asuntos pendientes son complejos. Si es un tema que te genera más malestar de la cuenta, trata de solucionarlo, hablarlo con la persona, déjate de orgullos que solo impiden alcanzar la paz («¿qué es lo peor que puede pasar?, ¿se puede empeorar la situación realmente?»). Aunque haya pasado mucho tiempo, el tiempo da perspectiva, y al no tener esos tintes emocionales puede ser bastante más fácil hablarlo y llegar a un entendimiento sea con perdones de por medio, aceptando cada uno su parte de responsabilidad u otras formas. ¿Quién sabe? Incluso podría comenzar algo nuevo a partir de aquí. 

Por supuesto, en esta charla con fin de reconciliación no se trata de echar culpas a nadie, ni intentar sentir mal al otro, es recomendable hablar desde el “yo me siento…” o “yo me sentí… “ y que no vaya seguido de un decepcionado ni nada parecido, por favor.

Carla Melián - Psicóloga en Las Palmas de Gran Canaria - Asuntos pendientes - Mujer pensativa
Hay asuntos en nuestra vida que al estar abiertos vuelven a nuestra mente de forma cíclica cada cierto tiempo.

No se trata de culpabilizar

Como ya dije, no se trata de culpabilizar, sino de mostrar los sentimientos que experimentamos con la situación que generó ese asunto pendiente, así la otra persona no se siente atacada y se le alienta a explicar también sus propios sentimientos; otro ejemplo sería, “yo me sentí mal de no poder estar acompañándote, pensé que querías que estuviera lejos porque no nos hablábamos”. “Siento mucho que te sintieras mal, no me gusta que te sientas así, me gustaría volver a estar bien contigo”.

Muchas veces, las personas no escuchamos y nos obcecamos en que los otros han metido la pata porque me han hecho sentir mal y eso es lo que importa, cuando a veces somos nosotros los que hemos pecado de susceptibles o de no escuchar. No significa que todo tenga justificación, pero hay que escuchar por si la solución consiste solo en eso, escuchar. 

En ocasiones, estos baches en las relaciones suelen ser por “estupideces”, cosas que resultan tener una repercusión que no se adhiere a la importancia del hecho en sí. Son las situaciones que si le pasan a alguien decimos o pensamos “pues tampoco es para tanto”, pero nos pasan a nosotros y entramos en el proceso que antes comentábamos y vemos gráficamente aquí:

Carla Melián - Psicóloga en Las Palmas de Gran Canaria - Asuntos pendientes - Diagrama de asuntos pendientes

¿Cómo actuar cuando se presenta una situación problemática?

Una técnica efectiva puede ser distanciarse del evento (técnica del auto-distanciamiento), analizándolo como si fueras una persona externa al problema, lo que facilitará no sólo evitar generar asuntos pendientes, sino también situaciones complejas. Esta técnica se basa en algo simple: Si un amigo viniera con tu mismo problema ¿qué le dirías?.

Te puedes preguntar a ti mismo también: “dentro de 5 años ¿esto me va a importar?, ¿me voy a acordar siquiera?”.
Otra alternativa para que no suceda o empeore la situación es no hablar cuando sientas que ese calor interno te invade (ira/enfado), una vez estén más tranquilos hablar será mucho más fácil y productivo.

Dicho esto…

Ten en cuenta que los asuntos pendientes existen, pero que pueden evitarse si se comunican las cosas a tiempo, y también que hay técnicas para solventarlos.

¿Y tú? ¿Qué opinas?

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