Ante la pregunta de si las personas podemos cambiar te diré que todos los seres humanos somos susceptibles de cambio, de hecho cambiamos más de lo que permanecemos igual. En general, las relaciones, las personas, el mundo, está sumergido en fluctuaciones incesantes. Creemos equivocadamente que la estabilidad forma parte de la vida, que en momentos, o incluso años se vuelve estática, “siempre lo mismo”, pero la realidad va mucho más allá.

En nuestra cultura la estabilidad es un deseo que hemos conectado con la economía, mantener una vivienda, preservar la familia, etc. Por lo que, estamos considerando que los cambios son para mal o peor, cuando no tiene por qué ser así. Esto puede deberse a la comodidad a la que todo ser humano acude muchas veces, la zona de confort, “yo estoy contento con lo que tengo y no quiero más”.

Muchas personas no se toman en serio ofertas de trabajo en el extranjero, oportunidades para aprender idiomas mediante experiencias, … intentamos sabotear la idea de irnos al extranjero o de aprender de un modo diferente porque simplemente nos es desconocido, por eso existe en muchas ocasiones el temor al cambio, con frases del tipo: “no estoy preparado”, “seguro que la organización no es seria”, “encima que me voy al extranjero tengo que pagar”, “nadie quiere acompañarme” y miles de excusas más. 

Es cierto que a nuestra percepción y en general a nuestro cerebro les es mucho más fácil pensar que el mundo y la vida es estable, pero si analizas detalladamente puedes darte cuenta de que esto no es en absoluto cierto. Todos los seres vivos están constantemente superándose para sobrevivir, para ello adoptan cada vez mejores estrategias o adaptaciones al ambiente, el cual también varía considerablemente, de lo contrario sabemos que estarían destinados a la extinción

¿Y qué pasa entonces?

Ahora me preguntaréis, y entonces ¿por qué se extinguen actualmente muchas especies?. Sencillo, los cambios que estamos produciendo en el planeta van mucho más rápido de lo que los animales pueden evolucionar en tan poco tiempo, la naturaleza es gradual en sus cambios de ambiente para que las especies más aptas puedan irse aclimatando. Por obra del hombre se han introducido muchas especies (llamadas invasoras) en ambientes diferentes, resultando en que las especies nativas al no haber evolucionado en contacto con estas nuevas especies, no pueden competir con ellas, por lo que son desplazadas o, en el peor de los casos, mueren y se extinguen. Lo que hoy en día se considera como la segunda causa de pérdida de biodiversidad mundial, en Europa una de cada tres especies está en peligro crítico de extinción por esta amenaza.

¿Qué cosas nos cambian o nos han hecho de esta manera?

Las personas que nos rodean, la cultura, el lugar donde vivimos, el ambiente en el que crecimos, las experiencias, el clima familiar, entre muchos otros. En general, todo nos influye. Hay épocas que son más significativas porque estamos en período de crecimiento (niñez y adolescencia), en que lo anterior tendrá mucha más influencia en nosotros que cuando somos maduros y ya tenemos las estructuras cimentadas. Sin embargo, aunque entre más edad las estructuras sean menos flexibles, aún tienen la capacidad de cambiar. Otra cosa es que se esté dispuesto a invertir esfuerzo para lograrlo.

¿La gente cambia y puedo cambiar yo?

Algunas personas piensan que el ser humano no cambia, que el que nace de una forma morirá de esa misma forma, nada más lejos de la realidad. Aprender de base que las personas estamos dotadas de herramientas y estructuras adaptables al cambio nos permitirá estar abiertos al optimismo cuando se trata de cambiar cosas que consideramos que nos perjudican, o elementos que queremos mejorar. Eso sí, como ya dije somos los seres más cómodos que existen, con lo que no esperemos cambiar con un chasquido de dedos.

Carla Melián - Psicóloga en Las Palmas de Gran Canaria - Las personas podemos cambiar - Carretera de cambio
La habilidad para el cambio y la mejora no discrimina entre humanos, todos somos capaces, la diferencia radicará en el esfuerzo que tendrá que invertir cada uno. ¿Las personas podemos cambiar? Ciertamente, pero hay que comprometerse a ello.

El primer paso y el más importante para conseguir el cambio es realmente querer cambiar, para lo que estaremos motivados y estaremos dispuestos a invertir el esfuerzo que sea necesario para conseguirlo. Otro factor importante es querer cambiar por uno mismo, lo que denominamos motivación intrínseca en psicología. Al principio, puede ser que la motivación para cambiar sea por otra persona, lo que comienza siendo motivación extrínseca pero esta puede desplazarse y llegar a ser realmente intrínseca, y aquí es donde sucede la magia 😉

¿Existen los cambios radicales?

Por supuesto que existen. Los ejemplos más extremos son de personas que su vida ha dado un vuelco muy fuerte, y a partir de ahí han decidido cambiar “X” cosas en su vida, o directamente han pasado a pensar de forma radicalmente opuesta a la que llevaban manteniendo toda su vida, ya sea porque esa experiencia les haya dado otra perspectiva, ya sea porque era el empujoncito que necesitaban para decidirse, etc. Nótese en casos de accidentes, pérdidas importantes, enfermedades, entre otros.

Se encuentran casos de personas muy religiosas que después de haber perdido a algún familiar muy cercano han dejado de serlo. Personas que cambian de hábitos muy nocivos y adictivos por una enfermedad o un consejo médico de urgencia. Personas que tendían a ser paranoicas y recelosas de los demás y aprendieron a ver a las personas de forma diferente, sin prejuicios, disfrutando de cada parte positiva que pueden extraer de ellas.

Lo ideal sería evidentemente disfrutar de estas ventajas sin necesidad de vivenciar este tipo de acontecimientos. 

Por ello debemos reconocer la vital importancia de estos conocimientos que nos van a otorgar el poder de creer en que el cambio es perfectamente factible para nosotros y para los demás. Poder cambiar se puede, otra cosa es que se quiera y se esté dispuesto a entrenar para conseguirlo.

¿Por qué no consigo cambiar?

Desde luego una cosa en la que solemos tropezar una y otra vez es en intentar solucionar el problema de la misma forma. Si no ha servido, a la décima podemos pensar que tal vez haya que plantearse otra manera. Será difícil encontrarla porque estamos empecinados en lo mismo, pero aquí ya hay que empezar a esforzarse un poco, pedir consejo a personas adecuadas o incluso acudir a un psicólogo. Nadie nace sabiendo, además en el colegio no nos enseñan a cambiar sino que al contrario muchas veces fomentan una imagen estática. Así que no hay que sentirse mal por pedir ayuda, es bastante común hacerlo.

Hay momentos en los que dormir se nos hace muy cuesta arriba, y por más que lo intentemos, no encontramos la forma de lograr acomodarnos entre las sábanas y abrazar a Morfeo. Pasamos horas y horas intentando por todos los medios relajarnos y descansar, pero el ajetreo del día a día o nuestras propias estrategias para lograrlo resultan contraproducentes.

¡Pero no te preocupes! Vamos a intentar ayudarte con este artículo. En primer lugar, hablaremos sobre las causas más comunes para el insomnio y así poder prevenirlo, y finalmente comentaremos qué hacer si te encuentras en el momento de dar cientos y cientos de vueltas en la cama. ¿Te suena?

Cabe destacar que las tres causas más comunes que pueden estar interfiriendo en tu sueño:

  1. Tu cabeza no para de pensar.
  2. Has hecho actividades estimulantes, que irremediablemente te han despertado.
  3. No tienes una rutina de sueño fija.

Hablemos de ellas, ya que son importantes y te ayudarán a entender qué te está pasando y, tal vez, cómo puedes solucionarlo.‍

No paro de pensar

Normalmente cuando no podemos dormir es porque nos hemos llevado los problemas a la cama. La cabeza no para de dar vueltas a miles de cosas y entramos en un bucle imparable de pensamientos, imágenes, recuerdos… Nos dejamos llevar por esta marea y sin darnos cuenta pasan las horas.

¿Es posible que durante el día no tengas tiempo de pensar en lo que piensas por la noche?. Puede ser que por el día evites pensar en cosas que por la noche vienen a molestar porque no puedes seguir distrayéndote. Solo están tus pensamientos y tú en la oscuridad.

En ese caso, si son pensamientos o temas recurrentes no hay que seguir evitándolos porque seguirán apareciendo hasta que le demos un buen cierre. Para ello, tendremos que analizarlo (mejor de día) y darnos una explicación tranquilizadora (los psicólogos solemos ayudar a esto) para que ese capítulo pueda cerrarse adecuadamente y no vuelva a interrumpir tu sueño.

Actividades que perjudican el sueño

Actividades estimulantes como el móvil, las redes sociales, los videojuegos, e incluso las series o películas muy atrayentes pueden hacer que el sueño se retrase mucho. A medida que se acerca la hora de dormir te recomendamos que vayas haciendo actividades cada vez más relajantes como la lectura, ver series de interés bajo o medio, escuchar podcasts o audiolibros, escuchar sonidos de la naturaleza o hacer meditación.

No tener una rutina fija de sueño

Tener un horario de sueño fijo facilita mucho el dormir. Si eres de las personas que no tiene unos hábitos bien establecidos puede ser que esto te esté pasando factura. Te recomendamos que te acuestes y te levantes más o menos a la misma hora. Además, las siestas pueden hacer que también tu horario de sueño cambie.

¿Qué hacer en el momento en que no puedo dormir?

Te recomiendo que salgas de la cama porque, cuanto más permanecemos sin poder dormir, más nos ponemos nerviosos, y por tanto más complejo nos es dormir.

¡Sal de la habitación!, ve al baño, refréscate la cara, mira por la ventana mientras respiras despacio, intenta pensar en algo que te relaje y, cuando estés más tranquilo, vuelve a la cama.

Evita usar el móvil u otras actividades que requieran luz ya que tu cerebro pensará que aún es de día y no segregará la hormona del sueño (en el fondo, es muy listo). Si aún así no te ves preparado para dormir, usa las actividades relajantes sugeridas de leer, escuchar un podcast o un audiolibro, entre otros. Que, por cierto, si quieres, puedes escuchar nuestro podcast.

¡Ten una maravillosa noche, y un mejor sueño!

Si quieres consultarnos por otra razón por la que te esté pasando, escríbenos y te contactaremos en cuestión de horas.

El aburrimiento (el curioso «me aburro») es esa sensación que sentimos cuando no encontramos algo que nos divierta o interese. Hoy en día, estamos tan sobre-estimulados que es muy fácil que desde que paremos un poquito, nos llegue el aburrimiento, y lo curioso es que muchas veces no sabemos qué hacer cuando nos aburrimos. Es importante aprender a aburrirse, y valorar si el aburrimiento, o el continuo deseo de estar ocupado/a, no sucede porque realmente estoy evitando afrontar los problemas.

Te planteo que primero tomes conciencia de si de verdad estás queriendo estar entretenido por disfrutar o porque estás evitando por miedo o por inseguridad alguna situación o problema.

Me aburro por miedo o inseguridad

En el caso de que te des cuenta de que te aburres por miedo o inseguridad, es importante en primer lugar compartir la situación con alguien que tengas de apoyo ya que si estás intentando huir es porque consideras que no tienes recursos o la estrategia idónea para afrontarlo. Para ello, pedir ayuda es fundamental. Pídele a un amigo o a un familiar que te dé su opinión desde un punto de vista objetivo que pueda ayudarte a tomar una decisión al respecto, así puede que finalmente tomes impulso para actuar.

Me aburro, pero no es por miedo. ¿Qué puedo hacer?

Si consideras que este no es tu caso, o que aún así quieres seguir estando distraído, aquí te dejamos una lista de actividades que pueden ayudarte. Es importante buscar lo que te guste, explorar y ver qué es lo que realmente te llena. Qué hacer cuando nos aburrimos es una pregunta cuya respuesta propia debes explorar tú, pero lo bueno es que hoy día hay muchas actividades que pueden ayudarte a identificar nuevos hobbies y a iniciar nuevas aventuras:

Actividades sociales

  • Hablar con alguien.
  • Invitar a un amigo a salir.
  • Ir a visitar a un amigo o familiar.
  • Mandar mensaje a alguien con el que hace tiempo que no hablas.
  • Hacer yoga o zumba.
  • Ir a un balneario.
  • Pasear por una avenida o la playa.
  • Ir al campo y respirar aire puro.
  • Montar en bici.
  • Ir a ver las estrellas o el cielo.
  • Ir a un mirador y contemplar las vistas.
  • Hacer una actividad nueva como moto de agua, surf, kayac, etc.
  • Organizar una comida familiar o una fiesta.
  • Pasear a tu mascota.

Cositas para hacer en solitario (que también puedes convertir en sociales)

  • Ver una serie o una película.
  • Escribir una reflexión.
  • Escribir objetivos o cosas que quiero mejorar.
  • Salir a dar un paseo o a hacer ejercicio.
  • Ir a alguna cancha y jugar o ver cómo juegan.
  • Jugar con tu mascota.
  • Encender una vela aromática y relajarte contemplándola.
  • Escuchar música.
  • Jugar baloncesto o tenis.
  • Apuntarte a algún curso.
  • Hacer alguna receta nueva.
  • Preparar tu plato favorito.
  • Darte un baño sin prisa.
  • Salir a observar la naturaleza o animales.
  • Leer.
  • Ir a un concierto.
  • Acudir de público a algún programa o acontecimiento deportivo.
  • Dar un paseo en coche o en transporte público.
  • Hacer una ruta de sitios no visitados.
  • Ir a una biblioteca o librería.
  • Salir a tomar un café u otra bebida.
  • Ir a la peluquería.
  • Regar las plantas.
  • Meditar o rezar.
  • Escuchar un podcast o audiolibro.
  • Tener tu propio huerto.
  • Masturbarse.
  • Lista de gente que admiras y aprendizaje de cada uno.
  • Lista de cosas que hacer antes de morir.
  • Escribir una carta a alguien que haya mejorado tu vida y explicarle el por qué.

Actividades algo más artísticas y/o intelectuales

  • Visitar un yacimiento o a un museo.
  • Escribir una carta de agradecimiento (puede ser a alguien o a ti mismo).
  • Cantar o aprender a cantar.
  • Tocar o empezar a tocar un instrumento.
  • Hacer una manualidad.
  • Crea tu propio blog.
  • Haz una figura de arcilla.
  • Pinta o dibuja.
  • Hacer un puzzle.
  • Sacar fotos.
  • Bailar alocadamente.
  • Interpretar tu escena favorita.
  • Hacer un vídeo.

Esta lista es orientativa y tiene muchas ideas, pero puede que se te ocurran otras, y puedas hacer tu propio plan de distracción o de entretenimiento adaptado a tus gustos. Cuando te aburres tienes muchas posibilidades de hacer cosas, sólo que a veces parece que «no hay ganas», pero sólo tienes que dar el paso. El reto es pasar de pensar «me aburro» a «¡voy a hacer algo nuevo»

«Por qué me siento solo o sola» es una cuestión más recurrente de lo que imaginas. Cuando existe miedo a la soledad, estar sola/o genera malestar.

¿Por qué pasa esto? Puede ser que el diálogo interno (cómo se habla a sí misma/o) sea desagradable, entonces se prefiere estar acompañada/o para que ese diálogo no se dé. Por ejemplo, estoy sola/o y empiezo a «comerme la cabeza» pensando: “¡qué sola/o estoy!, ¡nadie quiere estar conmigo!, ¡soy un desastre porque nadie quiere estar a mi lado!, ¡todos se acaban yendo por mi culpa!, ¡no me merezco tener amigos!, etc.”.

Con ese diálogo interno, normal que se evite estar sola/o, porque si estar sola/o conlleva esos pensamientos, esos pensamientos darán lugar a tristeza, culpabilidad, autocrítica destructiva, … lo cual influirá negativamente en la autoestima. Entonces la persona evitará estar sola/o a todo costa, aún juntándose con malas compañías, o aislándose de sí mismo con distracciones constantes como videojuegos, televisión, internet.

No me siento solo, sino que prefiero estarlo

Al contrario, otras personas prefieren estar solas, se sienten mejor así. Muchos individuis no se cuestionan por qué se sienten solos porque realmente han decidido que es algo que quieren. Pero… ¿por qué esas personas prefieren estar solas?

Partamos de la idea de que la soledad no en todos los casos conlleva aislamiento o evitación, a veces es deseada y sumamente disfrutada (con un diálogo interno adecuado). En cambio, algunas veces la soledad se elige con fines de seguridad (zona de comfort), así como para evitar situaciones de pérdida.

Aquí tienes un ejemplo:“paso de tener amigos, prefiero estar solo”, esto realmente se traduciría en “Quiero tener amigos pero no estoy dispuesto a asumir el riesgo de perderlos”.Muchas personas, sobretodo adolescentes piensan así después de haber sufrido decepciones con iguales. Para algunas personas estas “pérdidas” se hacen intolerables, posiblemente porque no crean que puedan hacer amigos nuevos, o porque hacer amigos nuevos les supone una gran dificultad porque les cuesta relacionarse.

En este cuadro pueden coexistir diversas variables que pueden observarse con frecuencia: dificultades sociales, el temor ante una nueva pérdida, la falta de apoyo percibido, y la maximización o generalización de la experiencia como dolorosa y altamente dramática puede llevar al aislamiento por soledad autoimpuesta.

Me siento solo por a pérdida de un amigo

Por qué te sientes solo se puede justificar o explicar de muchas maneras. En primer lugar, tendríamos la pérdida de un amigo que concebimos como inevitable porque en este caso no depende de nosotros, la elección ha sido del otro. Esto nos produce tristeza porque nos sentimos abandonados, y/o podemos sentir culpa porque sentimos que hemos perdido a esa persona (como si tuviéramos algo que ver en su elección, cuando es evidente que no queremos que se aleje de nosotros). “Me siento muy solo desde que Tomás pasó de mí” (tristeza), “necesito que me diga que he hecho mal para que se fuera” (culpa).

El efecto de maximizar

Estas emociones pueden verse maximizadas de modo que le demos mucha importancia, con lo que aumentaremos su intensidad de malestar. Otro proceso erróneo que suele producirse sobre este tipo de situaciones es la sobre-generalización (temporal y situacional), que consiste en pensar que esa situación va a volver a repetirse en el futuro, y con diferentes personas. Traducido a la anterior problemática sería tener miedo a que en el futuro los amigos vuelvan a abandonarle con el respectivo daño que supone. “¿Para qué voy a hacer amigos? ¿para que me abandonen otra vez?.

Me siento solo por la falta de apoyo percibido

El siguiente punto que te haría plantearte «me siento sólo» sería la falta de apoyo percibido, ¿por qué percibido?. El apoyo que percibe la persona que tiene se ha demostrado que es más importante, y favorece más el bienestar de la persona que el apoyo real que verdaderamente tiene esa persona. La pérdida del amigo va a reducir esa percepción de apoyo contribuyendo al proceso de “soledad auto-impuesta”, ya que si percibo que no tengo apoyo, me aíslo, y más pensando en la culpa que siento por la pérdida reciente que he tenido. En cierto modo puede que el aislamiento suceda en forma de auto-castigo si realmente magnificamos ese sentimiento de culpa, “nadie quiere estar conmigo, mejor me quedo solo” o «me lo merezco».

Las dificultades sociales

Las dificultades sociales pueden incrementar la elección de la “soledad auto-impuesta”, ese «me siento solo» que, sin querer, nos imponemos, puesto que si no me veo capacitado para entablar nuevas relaciones no voy a intentarlo, y así evito exponerme a posibles rechazos (miedo o sensibilidad al rechazo). “Me da mucha vergüenza intentar hacer amigos, me cuesta tanto que prefiero no intentarlo, así al menos nadie se ríe de mí”.

El temor de la nueva pérdida

Por último, el temor a una nueva “pérdida” supone otro refuerzo más hacia la elección de  la “soledad autoimpuesta” porque ese miedo me incapacita para actuar, huyo de las consecuencias que puede tener hacer nuevos amigos. “No podría soportar que me pasara otra vez”, “lo pasé tan mal que me da miedo”.

La realidad es que a muchos de nosotros nos ha pasado esto, sea con amigos o con parejas, y seguramente habrá personas a las que les haya pasado con nosotros, esto nos enseña que el cambio una vez más es norma más que excepción en los humanos. Difícilmente todos los amigos duran para siempre, con lo que podemos partir de la idea de que cada uno cumple su función en un momento determinado de nuestra existencia, al igual que nosotros en la suya.

Probablemente, ese amigo de la infancia o la adolescencia que tanto nos dolió que se fuera, a día de hoy no queramos volver a retomar la relación, sin despecho de por medio. O puede ser que sí queramos, intentemos retomarla y veamos que ya no es lo mismo que pensábamos que sería. De hecho, si ha pasado tanto tiempo probablemente sea como conocer a una persona nueva.

Fijaos en el mismo lenguaje que utilizamos para designar a estas personas “perdidas” y no precisamente porque hayan ido a dar un paseo por el monte y no se las encuentre. Nosotros mismos nos estamos predisponiendo a aceptar una especie de culpa ante esa situación, quizás apareciendo preguntas del tipo “¿en qué fallé?, ¿qué le hice para que se alejara?, ¿qué tienen sus amigos que no tenga yo?”.

A veces, la gente se va porque lo prefiere

A veces simplemente las personas se van porque en ese momento quieren o prefieren (que no necesitan) estar con otro tipo de personas que le brinden otras experiencias, o simplemente quieren probar cosas nuevas, quieren desenvolverse en un ámbito nuevo. Es decir, su elección no tiene ni por qué estar directamente relacionado con nosotros. Podemos pensar que sencillamente esta persona se encuentra en una etapa distinta a la nuestra, y es que probablemente a nosotros ni siquiera nos guste esa nueva etapa por la que está pasando.

Esa típica escena de adolescentes en los que “Amigo Aarón” se siente abandonado por su mejor “Amigo Blas” y el primero le dice: “¿Qué te está pasando? No eres el mismo de antes, ya no quieres ni pasar tiempo conmigo”. Tal vez Blas siguiendo los guiones de las típicas series de teenagers, puede que se cansara de ser un paria víctima de los “payasetes” de la clase, y de pronto el único método de afrontamiento a la situación que ya le supera, fuera unirse a este grupo no con el fin de sentirse bien, sino con el fin de dejar de sentirse mal.

Aceptemos que el cambio forma parte de la vida de las personas, nosotros también atravesamos esos cambios y preferimos cambiar de entorno, de trabajo, de amigos, de restaurante, etc. Y no significa que el entorno, el trabajo, los amigos o el restaurante se hayan portado mal o nos hayan cansado, simplemente como personas cambiantes queremos o preferimos variar o probar cosas nuevas.

Firmar la paz con la soledad

Algo que nos va a facilitar mucho la existencia va a ser aceptar la soledad como un estado más del ser humano, que no tiene por qué ser necesariamente negativo porque nuestra cultura pretende que nos rodeemos constantemente de personas y salgamos, viajemos y en definitiva «disfrutemos de la vida», un concepto que me recuerda los beneficios que tiene este estilo de pensamiento que al final busca fomentar el consumismo. A los negocios les beneficia que no te lleves bien con tu soledad y salgas a «distraerte». Cuando muchas veces puede ser mucho más satisfactorio un buen proceso introspectivo o momento reflexivo (posiblemente acompañado de lápiz y papel).

Por supuesto, habrá situaciones u ocasiones en las que no queramos estar solos, o simplemente prefiramos estar acompañados y se puede perfectamente disfrutar, puede que más, pero la finalidad de mi escrito es que en momentos de soledad igualmente estemos a gusto, aprovechemos para conocernos mejor, analizarnos a nosotros mismos, examinar el mundo o hasta reflexionar sobre la reproducción de las tortugas.

La soledad elegida y disfrutada es una magnífica compañera de vida. Estaríamos pasando de «me siento solo» a «estoy cómodo con la soledad que he decidido tener»

Por lo general, actualmente encontramos que las personas se preocupan por su salud física, sean por enfermedades, dolores, envejecimiento, etc. Antes no había tiempo de preocuparse de esto, ya que todo el tiempo se empleaba en trabajar o en la familia, y en conseguir alimento. Además, también encontramos que las personas cada vez más se están preocupando por mejorar su alimentación, empiezan a mirar lo que comen, las etiquetas de los productos, en definitiva, son más selectivos con lo que consumen. Antes comer lo que fuera era suficiente. Sin embargo, los tiempos cambian, y la importancia de la salud mental se vuelve más palpable día tras día.

La importancia de la salud mental

Muchos dan por hecho tener una buena salud mental, basándose en que no tienen nada diagnosticado, no están encerrados, o tampoco se encuentran en ¡busca y captura!. Es curioso, pero lo cierto es que la importancia de la salud mental se cuestiona cuando algo se da por hecho, porque tal vez restamos la relevancia que realmente tiene.

La verdad es que desgraciadamente las personas sabemos muy poco de nuestra mente, de cómo funciona, de por qué pensamos como pensamos. No somos conscientes de que las circunstancias de cada persona le hacen única en su modo de funcionar y nadie nos ha enseñado a entendernos, nadie nos ha explicado cómo funcionamos, por qué las emociones varían tanto de una persona a otra, por qué una misma experiencia puede resultar una tontería para alguien y una tragedia para otro.

La realidad es que muchas veces del desconocimiento nacen tabúes. Así como lo fue o lo puede seguir siendo la sexualidad. No sabíamos nada de ella y nos parecía que era mejor no tratar ese tema.

Hoy en día, sabemos mucho más de lo que se sabía entonces, y aunque todavía existen personas que mantienen el tabú, hay muchas otras personas, que seguramente sean las más informadas, que tratan el tema con toda normalidad.

Valientes los que se enfrentan a su propia ignorancia y la afrontan con la mayor humildad para salir de un espacio oscuro donde reinan mitos y leyendas. A esto se enfrentan los valientes que reconocen que tienen situaciones que les preocupan y creen que lo más sensato es consultar a un profesional que les ayude.

Pero… ¡solucióname los problemas!

Existen personas que creen que las psicólogas tenemos una varita mágica de «solucióname los problemas de salud mental» porque tú eres el profesional y tú sabrás. Somos psicólogos, no el genio de la lámpara 🙂. Hasta cuando vas al médico tienes que poner de tu parte, comprar el tratamiento y tomarlo según las instrucciones prescritas. Hay esfuerzos a los que estamos más acostumbrados, pero son igual de necesarios,

Siguen existiendo personas que por desconocimiento desconfían o infravaloran nuestro trabajo como psicólogas, y desafortunadamente eso influye en la importancia que le dan a la salud mental. Pueden llegar a pensar que se «debe» ser autosuficiente y no necesitar ayuda de un profesional. Considerando que asistir a consulta sería como admitir alguna debilidad.

¿Desde cuándo las personas que se enfrentan a los problemas y quieren arreglarlos con cierta garantía muestran debilidad? Al contrario, no se están dejando llevar por prejuicios. Nuevamente, somos psicólogos, nuestro objetivo es ayudar a las personas a encontrar las herramientas adecuadas para que puedan afrontar las situaciones que les preocupan. Por último insisto, no somos médicos que atendemos a personas que pueden tener enfermedades, no estamos buscando enfermedades ni diagnósticos. Buscamos favorecer el bienestar de la persona en todas las áreas de su vida.

¿Por qué no es una debilidad o un fracaso solicitar ayuda profesional?

Porque no hay asignaturas que nos enseñen cómo lidiar con hijos «rebeldes», cómo manejar la ansiedad o el estrés tanto en el trabajo como en los estudios, cómo fortalecer mi relación de pareja, cómo cuidar a padres o abuelos ancianos, cómo mejorar mi autoestima para que no dependa de la opinión de los demás, cómo tomo decisiones que no me atrevo a tomar. En definitiva, cómo cambio para mejor «esto» que me preocupa. No debe existir culpa por no saber cómo afrontar dichas situaciones, los profesionales de la psicología nos pasamos la vida estudiando y no paramos de aprender.

¿Cómo influyen los medios de comunicación en la visión que tenemos de la salud mental?

Los temas tratados en las terapias suelen ser de lo más cotidianos, comunes y antimorbo. Inversamente a lo que promocionan los medios de comunicación, donde podemos ver auténticas barbaridades que restan, sin duda, relevancia a la salud mental. Viendo titulares que se centran no en un hecho concreto ocurrido, sino que tratan de patologizar o añadir una enfermedad al titular para justificar dicho acto, usando términos calificativos como «drogadicto», «esquizofrénico», «autista», «mujer depresiva».

Pensemos que se trata de un titular de homicidio con cualquiera de los anteriores calificativos, objetivamente carece de importancia que la persona tenga una adicción, que tenga algún trastorno mental, o tendencias depresivas. Establecen relaciones directas como si poner esa etiqueta a la persona explicara los actos cometidos. Porque una mujer tenga tendencias depresivas no explica que haya cometido un delito, ni siquiera en contra de los prejuicios fáciles que se nos vienen a la mente, el caso de la persona con adicción a sustancias, no significa que porque tengas una adicción seas un delincuente o cometas actos delictivos. Puede cometerlos tanto como cualquier otra persona, son los prejuicios los que nos llevan a prejuzgarlos.

Veamos un ejemplo diferente, ¿a una ama de casa se le puede acusar de hacer la comida?, ¿si?, pero… ¿cualquiera puede hacer la comida, no?, ¿quién tiene más probabilidades de hacer la comida una ingeniera o un amo de casa?, ¿todos tenemos que comer, no?.

¿Por qué es importante saber cómo funcionan los medios de comunicación?

Los medios de comunicación son tan accesibles para todos los públicos que sirven como verdaderos adoctrinadores de pensamiento, y eso influye en la importancia de la salud mental y de la salud física. Pueden extender ideas que no siempre muestran fielmente la realidad, puesto que hablan desde el morbo, desde lo que les interesa para tener a las personas atentas a sus programas. Por ello, se hace indispensable tener especial cuidado y ser críticos con lo que nos muestran los medios, y con lo que nos dicen las personas que desconocen.

Veamos varios ejemplos de cómo funciona la transmisión de información. En las películas se muestran realidades atípicas porque nadie se va a ver una historia súper común de alguien que lo único que haría sería matarnos del aburrimiento. Siempre cuentan historias que atraen porque se salen de la normalidad en algún grado. No me refiero solo a la fantasía o a la ciencia ficción, sino a historias llamativas como Titanic o Pretty Woman.

Otro ejemplo a mucha menor escala serían los chismes entre vecinos, o amistades. Seguramente, el chisme no sea de que Doña Susi ha hecho un plato de sopa para almorzar, sino algo como mínimo… bastante más escandaloso.

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