Es habitual que en estos tiempos de reflexión y sin tantas distracciones algún miembro o ambos de la pareja se pregunte «realmente… ¿mi pareja y yo tenemos futuro juntos?«. Un factor pronóstico de esto es la capacidad de resolver conflictos de la pareja. Ahora yo os pregunto, ¿en qué momento creéis que surgen las dudas de futuro?.En las personas sucede algo muy curioso, y es que cuando estamos tristes o enfadados lo cuestionamos todo («¿por qué a mí?», «¿por qué tengo que estar soportando esto?»), sin embargo, cuando estamos alegres lo vemos todo con las gafas rosas de la alegría.¿Cómo sabremos si estos pensamientos están surgiendo a causa de conflictos recientes? o si por el contrario ya hemos elaborado suficientes argumentos con un estado de ánimo neutro que nos permite tomar mejores decisiones sobre nuestra vida. Pues, efectivamente, ya lo hemos dicho. Requiere pensamientos elaborados con el paso del tiempo y con niveles de ansiedad bajos, cuando pensamos racionalmente las cosas. Podemos decir «pues esto va a ser difícil que podamos mejorarlo», «hemos entrado en un bucle», «no quiero seguir viviendo así».Entonces abrimos la puerta a tres posibilidades de respuesta ante estos acontecimientos.
Seguimos realizando las mismas acciones
Por ejemplo: discutir hasta hartarnos, evitar el tema.¿Qué conseguimos con esto? Mismas respuestas llevarán a mismos resultados derivando en un deterioro progresivo de la relación a causa de las discusiones y rencores generados.

Realizamos acciones diferentes
Por ejemplo: proponerle a nuestra pareja un acuerdo o negociación nuevo.De este modo, conseguiremos resultados diferentes, tal vez no encontremos a la primera la solución perfecta pero podemos ajustar el acuerdo hasta conseguirla.

Solo un miembro de la pareja lo intenta
Ante la pregunta «¿mi pareja y yo tenemos futuro?» sí que te puedo decir algo, y es que, por mucho que quieras que haya futuro, si ambos miembros de la pareja no ponen de su parte es prácticamente imposible conseguir resultados diferentes y satisfactorios. Esto llevará a la persona que lo intenta a sentir que «haga lo que haga, no servirá para nada«. Lo que en psicología denominamos indefensión aprendida. En este estado la persona acabará abandonando la idea de mejorar la situación porque ha perdido la esperanza, apareciendo sentimientos de soledad e incomprensión. A la larga probablemente, el deterioro llegue a ser tan insoportable que la relación acabe con una ruptura.

La capacidad de la pareja para buscar conjuntamente nuevas y fructíferas soluciones a los diferentes conflictos que van surgiendo resulta determinante a la hora de pronosticar un futuro juntos o por separado. Esta capacidad tiene la virtud de poder entrenarse y si en momentos puede hacerse más complicado tener este buen desempeño por las circunstancias, siempre pueden haber nuevos espacios para seguir practicando y mejorando como pareja. Esta buena resolución de conflictos podemos extrapolarla también al ámbito personal de cada uno, además de poder ayudarnos con los hijos. Así, los hijos tendrán la facilidad de aprender desde que puedan a resolver los conflictos de una manera adaptativa, lo que les reportará grandes ventajas.