¡Oh, los asuntos pendientes! Si echamos la vista atrás todos tenemos asuntos inconclusos, episodios con final abierto que de vez en cuando llegan a nuestra conciencia y nos la remueven, generando malestar y traduciéndose en un día malhumorado o una noche de insomnio. La mayoría de nosotros opta por guardar este asunto como si fuera polvo debajo de la alfombra, aún sabiendo que nuevamente nos tropezaremos con ella. En ocasiones, estos asuntos nos resultan tan incoherentes o disonantes que preferimos evitarlos, dado que no los entendemos y nos generan ansiedad o tristeza. Creemos que el estado de ese asunto no puede mejorar y por tanto, intentamos destinarlo al olvido. Claro que cuantas más emociones nos suscite el recuerdo, más difícil será olvidarlo.
Muchas veces estos asuntos generan un malestar bidireccional cuando hay más personas implicadas. Debemos tener en cuenta que puede ser que ambas personas estén sufriendo y ninguna se atreva a dar el paso ya que está esperando a que la otra persona lo dé. Este voto de silencio solo acentúa más el enfriamiento de la relación y el malestar existente. Aquí entramos en una lucha de egos, el orgullo antepuesto a la paz común, al bienestar. Es cuando surgen frases del tipo: “El que la cagó fue él, así que tiene que ser él el que dé el primer paso”.
Se pueden dar distintas situaciones
Las diferentes situaciones que podrían darse, y que generarían, indudablemente, asuntos pendientes, son:
- Ambas personas se han hecho daño y una de ellas no lo asume.
- La persona más dolida no ha expresado su malestar y el otro no se ha dado cuenta o no quiere darle importancia.
- Una de las personas piensa que la otra parte prefiere no hablarlo. Lo que se traduce en la espera eterna de quién da el primer paso.
Al final, muchísimos de los malentendidos y del distanciamiento de las relaciones se dan por falta de comunicación y por dar por hecho que el otro sabe perfectamente cómo nos sentimos. La otra persona también tiene sentimientos, forma propia de pensar y sentir, y eventos o preocupaciones que pueden estar obstaculizando ese proceso de empatía. Debemos tener en cuenta que cada persona puede reaccionar y pensar de forma diferente porque ni tiene tu misma configuración mental, ni ha pasado por tus mismas experiencias, ni está pasando lo mismo que tú en el presente.
No es de extrañar, sabiendo esto, que pueda ser que hoy tú sientas que necesitas más apoyo que nunca porque has suspendido un examen muy importante y no pares de hablar de ello, cuando a lo mejor tu amigo está disperso pensando en que esta mañana casi lo atropellan, y él a lo mejor no quiere decirte nada para que no te pongas más nerviosa o porque sigue en shock.
Podemos interpretarlo de otro modo
Las interpretaciones de un mismo acto pueden ser múltiples y dependen de cada persona y cada momento. La verdad es que no siempre estamos igual, y para ser lo más comprensivos y adaptativos posibles podemos entrenar nuestra flexibilidad cognitiva o mental, donde tendremos en cuenta estas pequeñas cosas que nos ahorrarán muchos malentendidos si nos comunicamos eficazmente (sobretodo en las apps de mensajería). Porque sí, la flexibilidad mental ayuda a evitar tener asuntos pendientes, ya que nos permite verlos de un modo distinto.
Se podría llegar a un acuerdo del que todos partamos (aunque sea entre amigos), de modo que todo lo que se lea va a estar siempre observado bajo las gafas del “bienpensado”, con las que leeremos las cosas que nos escriben nuestros amigos desde el punto de vista de “es mi amigo, voy a pensar el mejor sentido que puede tener esta frase” a no ser que él indique lo contrario. Ya que puede ser que un día la frase “no me apetece hablar, estoy cansado”, tenga como respuesta “es verdad, lo entiendo, ha sido un día intenso”; otro día puede tener como respuesta “estás cansado solo para hablar conmigo”.

Las relaciones personales no paran de fluctuar
Las relaciones interpersonales están fluctuando constantemente, al margen de que nos vendan la imagen de que el ser humano debe ser organizado, planificado, estable, ordenado, tendemos al caos y al desorden también, forma parte de nuestra naturaleza. Sucede que tendemos a querer presentar esa imagen de estabilidad para ser coherentes con el rol que desempeñamos en la sociedad en la que vivimos, para encajar en la imagen que los demás tienen de nosotros mismos porque las incongruencias con nuestra forma de pensar no las llevamos bien.
Dependiendo del contexto podemos tener múltiples roles, a veces muy distantes.
Un ejemplo sobre esto
Una chica que en la universidad comenzó tímida, los demás se hicieron una imagen de ella en su cabeza de “chica tímida”, “le cuesta hablar”, “prefiere estar sola”. Sin embargo, esta misma chica en su grupo de amigos puede tener un rol completamente diferente “chica extrovertida”, “simpática”, “sociable”. Puede que incluso pasen los años y esa chica haga amigos en la universidad y puede que cambie el rol progresivamente en la mente de sus compañeros, pero puede que necesite más esfuerzo para conseguirlo, no solo por sí misma para superarse sino para que los compañeros cambien el perfil que le asignaron.
Por todo esto, suele pasar que cuando una persona que tenemos encasillada en alguna categoría como por ejemplo la anterior “persona tímida”, de pronto hace algo que nos sorprende muchísimo como bailar en público, nos sorprende porque no nos cuadra dentro de la imagen que nosotros mismos nos hemos hecho de esa persona sin realmente llegar a conocerla. Prácticamente nos sienta hasta mal, porque a lo mejor tenemos que reestructurar la imagen que ya habíamos establecido sobre esa persona. Sería mucho más fácil dejar las cosas así, pero es un error, las personas somos mucho más que impresiones superficiales y roles estáticos e inflexibles.
¿Qué hacer con los asuntos pendientes?
Los asuntos pendientes son complejos. Si es un tema que te genera más malestar de la cuenta, trata de solucionarlo, hablarlo con la persona, déjate de orgullos que solo impiden alcanzar la paz («¿qué es lo peor que puede pasar?, ¿se puede empeorar la situación realmente?»). Aunque haya pasado mucho tiempo, el tiempo da perspectiva, y al no tener esos tintes emocionales puede ser bastante más fácil hablarlo y llegar a un entendimiento sea con perdones de por medio, aceptando cada uno su parte de responsabilidad u otras formas. ¿Quién sabe? Incluso podría comenzar algo nuevo a partir de aquí.
Por supuesto, en esta charla con fin de reconciliación no se trata de echar culpas a nadie, ni intentar sentir mal al otro, es recomendable hablar desde el “yo me siento…” o “yo me sentí… “ y que no vaya seguido de un decepcionado ni nada parecido, por favor.

No se trata de culpabilizar
Como ya dije, no se trata de culpabilizar, sino de mostrar los sentimientos que experimentamos con la situación que generó ese asunto pendiente, así la otra persona no se siente atacada y se le alienta a explicar también sus propios sentimientos; otro ejemplo sería, “yo me sentí mal de no poder estar acompañándote, pensé que querías que estuviera lejos porque no nos hablábamos”. “Siento mucho que te sintieras mal, no me gusta que te sientas así, me gustaría volver a estar bien contigo”.
Muchas veces, las personas no escuchamos y nos obcecamos en que los otros han metido la pata porque me han hecho sentir mal y eso es lo que importa, cuando a veces somos nosotros los que hemos pecado de susceptibles o de no escuchar. No significa que todo tenga justificación, pero hay que escuchar por si la solución consiste solo en eso, escuchar.
En ocasiones, estos baches en las relaciones suelen ser por “estupideces”, cosas que resultan tener una repercusión que no se adhiere a la importancia del hecho en sí. Son las situaciones que si le pasan a alguien decimos o pensamos “pues tampoco es para tanto”, pero nos pasan a nosotros y entramos en el proceso que antes comentábamos y vemos gráficamente aquí:

¿Cómo actuar cuando se presenta una situación problemática?
Una técnica efectiva puede ser distanciarse del evento (técnica del auto-distanciamiento), analizándolo como si fueras una persona externa al problema, lo que facilitará no sólo evitar generar asuntos pendientes, sino también situaciones complejas. Esta técnica se basa en algo simple: Si un amigo viniera con tu mismo problema ¿qué le dirías?.
Te puedes preguntar a ti mismo también: “dentro de 5 años ¿esto me va a importar?, ¿me voy a acordar siquiera?”.
Otra alternativa para que no suceda o empeore la situación es no hablar cuando sientas que ese calor interno te invade (ira/enfado), una vez estén más tranquilos hablar será mucho más fácil y productivo.
Dicho esto…
Ten en cuenta que los asuntos pendientes existen, pero que pueden evitarse si se comunican las cosas a tiempo, y también que hay técnicas para solventarlos.
¿Y tú? ¿Qué opinas?
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